Debemos abandonar aquellas cosas
a las que sabemos que somos adictos incluso las que no consideramos
particularmente perniciosas. Un ejemplo de esto es la tendencia a mirar
nuestros teléfonos celulares de manera regular para caer voluntariamente en el
agujero del conejo. Si no ejercemos control sobre cosas sencillas como esta,
nuestro coraje desaparecerá por falta de uso. Estas pequeñas compulsiones y
obsesiones nos roban la libertad y la soberanía. De otra manera, el coraje desaparecerá y
dejará de ponerse a prueba. La grandeza del alma se perderá y no sobresaldrá a
menos que considere insignificante aquello que la masa considera deseable.
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