"Tienes miedo de morir, sin embargo, ¿esa vida que llevas en qué se diferencia de la muerte?" Séneca, Cartas Morales, 77.18
Es común que el pensamiento de la muerte lo queramos mantener fuera de nuestra conciencia. No nos gusta pensar que nuestra vida tendrá su fin. Sin embargo, el número de horas, días, y años que tiramos por el excusado, haría pensar a cualquier observador externo, que somos idiotas o insensatos.
La soberbia de pensar que nuestra vida es nuestra y que la podemos vivir como nos venga en gana, en muchas ocasiones esconde un dolor profundo que con el tiempo se ha convertido en resentimiento.
En este sentido pienso que muchas de las manifestaciones de inconformidad de la adolescencia quieren ser una muestra de rebeldía ante una sociedad que no nos entiende. Nos arrojamos a la exploración de una transgresión desordenada que no apunta a traer algo de valor que pueda servir a nuestras comunidades. Pensamos que cubriendo los ojos de la conciencia con todo tipo de excesos es suficiente para ahuyentar nuestra voz interna que nos pide crear un propósito.
Reaccionar de manera negativa ante una sociedad mentirosa e hipócrita está bien, pienso yo. Lo que no pienso que esté bien es, si ya nos dimos cuenta de lo que hay mal en ella, no querer hacer nada para mejorarla.
La forma más radical de rebeldía que se me ocurre tiene múltiples niveles. En primera medida, es necesario asumir un reto difícil cuya consecución apunte a mejorar el tejido social. Este reto nos entrega un sentido de propósito vital para motivarnos a la acción constructiva. Por otro lado, pienso que cultivar nuestras relaciones personales es absolutamente necesario para crear lazos de empatía mucho más fuertes. Debemos honrar a las personas con las que nos involucramos día a día con nuestra presencia total. Debemos reconocer que cada persona en una manifestación del universo que habitamos y como tal, interactuar con ella podemos considerarlo una suerte de comunión con el cosmos mismo.
Los grandes proyectos que tienen efectos positivos son producto de la sinergia que se crea en los grupos.Debemos alimentar la retroalimentación de este sistema continuamente entrenando nuestra mente en la atención. Cuando las personas con las que interactuamos sienten que realmente estamos aquí, los resultados de las conversaciones y las acciones adquieren cotas mucho más altas.
Atesoremos nuestro tiempo.
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