Podemos entender la buena fortuna como algo determinado sobre lo que no tenemos ninguna injerencia, o podemos verla como una tendencia hacia cierta dirección que puede responder al influjo de nuestras acciones y nuestras decisiones. Esta última perspectiva es mucho más deseable porque, no sólo es accionable, sino porque podemos encontrar recuentos del impacto positivo que ha tenido a lo largo de la historia.
Como buenos practicantes de la filosofía, no debemos aceptar la sugerencia de Marco Aurelio ciegamente. Lo ideal es ponerla a prueba en el laboratorio de nuestras propias vidas. Observemos el tipo de resultados que obtenemos al obrar de buena manera, entendiendo esto no sólo como el no hacer el mal sino en utilizar sabiamente el aquí y el ahora para la materialización de nuestros propósitos. A partir de los resultados, decidamos si es una estrategia beneficiosa o no.
Convirtámonos en nuestros propios amuletos.
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