Entre las energías internas y externas que existen hay interacciones que siguen la estructura de una batalla. Por ejemplo, cuando queremos deshacernos de una conducta que consideramos no está sintonizada con nuestras metas más nobles, puede haber una puja entre el automatismo de la rutina y la estrategia que estamos usando para erradicarla. En este caso, debemos estar abiertos a entrar en contacto con nueva información que nos permita diseñar planes de acción abiertos que apunten a optimizar el uso de nuestra energía para lograr un propósito.
Un ataque frontal en la mayoría de los casos no es la mejor estrategia. Confiamos en una fuerza bruta que pensamos avasalladora. Lanzamos toda nuestra artillería punta en ristra contra los obstáculos percibidos. Aquí el problema es que muchas veces, podemos perder esa primera batalla y, con los recursos agotados, pensar que hemos perdido la guerra.
Lo ideal es planear y ejecutar de tal manera que la transición de automatismos se de por medio de un desplazamiento disciplinado, estratégico, adaptable y progresivo.
La práctica deliberada mantiene el flujo de nuestro aprendizaje.
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