Más que llevar a cabo un plan evangelizador, la mejor manera de compartir un grupo de ideas que consideramos valiosas y útiles es por medio de nuestro comportamiento diario.
Podemos quejarnos hasta el cansancio de no estar viviendo en la arcadia donde ya hemos superado nuestra adolescencia como especie y vivimos de la forma más civilizada posible. Sin embargo, las quejas en sí mismas no conducen a ningún lado, por el contrario, generan un caos más profundo a nivel social.
En esta medida, lo más sensato que podemos hacer para trabajar en pro de nuestra maduración como sociedad, debemos generar ese cambio en el único lugar donde tenemos injerencia: nosotros mismos. Al trabajar por ese fin, encontraremos herramientas que nos permiten superar escollos emocionales y psicológicos que podemos compartir con quienes aún tienen despierto el sentido de la búsqueda como camino.
Enseñémonos a pescar los unos a los otros.
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