Cuando somos objeto de alguna injusticia o algún tipo de maltrato, podemos pensar que estamos justificados en devolver el golpe para igualar la tabla. El actuar de esta manera, viene a fortalecer la narrativa que sostiene que no podemos confiar en nadie, que lo mejor es ocuparnos egoístamente de nuestros asuntos así tengamos que usar a los demás como escalones hacia nuestras metas.
Esta manera de pensar va en contra de nuestros ideales de sabiduría y virtud. Nótese bien que aquí no estamos hablando de reprimir ningún instinto vengativo. Estamos hablando de reconocer este impulso para entender su origen y así mitigar su fuerza. Al entender que la venganza dilapida recursos que podríamos utilizar en algo edificante, no tenemos que luchar en su contra; sencillamente desestimamos sus posibles beneficios y encauzamos nuestra energía hacia nuestros proyectos.
Leí alguna vez que el resentimiento sólo hiere al que lo contiene. Es una idea que vale la pena interiorizarla ya que nos permite dejar atrás energías que tienden a generar más conflictos mientras debilita la confianza que nuestras comunidades depositan en sus miembros.
Encarnemos nuestros principios por el bienestar y mejoramiento de nuestras comunidades. Guiemos por medio del ejemplo y no sólo de las palabras.
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