Cuando tomamos la responsabilidad de nuestra propia educación y ahondamos en el desarrollo del pensamiento humano por medio de la psicología y la filosofía principalmente, nos damos cuenta del potencial inmenso que tenemos y nos volvemos mucho mucho más comprensivos en términos de nuestras faltas y las de los demás.
Nuestra naturaleza gregaria nos lleva a establecer vínculos con las demás personas para sobrevivir. Una vez establecidas las comunidades, debemos velar por el bienestar de los miembros, empezando por nosotros mismos. Nuestro deber se ha de centrar en nuestro continuo mejoramiento para contar así con el balance psicológico, emocional, espiritual y físico que nos permite ser de utilidad para nuestras comunidades. Lo ideal es que cada uno de nosotros se pueda convertir en un punto de apoyo cuando alguien esté pasando por algún periodo caótico.
Es preciso aclarar que no estamos hablando de volvernos en alcahuetes de nadie o pidiéndole a alguien que sea el nuestro. Estamos hablando de ofrecer un espacio de acompañamiento donde podamos reunir una vez más la energía necesaria para levantarnos con nuestros recursos interiores, fortaleciendo de esta manera a la comunidad entera. Recordemos que una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil.
Cuidémonos.
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