En diferentes oportunidades, al encontrarnos en situaciones que juzgamos irritantes, nos hemos engañado pensando que el simple hecho de no estallar de una buena vez, es señal de la nobleza de nuestro espíritu cuando en realidad, lo único que hemos hecho es no visibilizar la profunda ira que sentimos en contra de alguien.
Si algo nos está empezando a irritar, lo más sensato y sano que podemos hacer es expresarlo de la manera más concisa y calmada que podamos. El acostumbrarnos a decir lo que se nos antoja molesto, irritante o inconsiderado, puede conducir a la creación de ambientes más armónicos debido a la retroalimentación que le estamos trayendo al sistema. ¿Cómo pretendemos que las cosas cambien, si no decimos lo que pensamos y no escuchamos a los demás?
Transformemos la ira en oportunidad de crecimiento social.
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