Séneca dice que el alma racional tiene enfermedades producidas por los vicios que nos han acompañado por un largo tiempo. Dichos vicios nos roban energía y atención que podríamos utilizar en la materialización de nuestros ideales. Por esta razón es indispensable que seamos ser francos al momento de identificar los estimulantes materiales y no materiales que nos parasitan.
Una vez que identifiquemos las fugas de energía debemos crear un plan de desarme de ese patrón de pensamiento-acción y poner otro que esté más alineado con los objetivos que nos hemos planteado. Esto puede sonar sencillo pero requiere un esfuerzo intencional diario por lo cual muchas personas desisten de intentarlo. Sin embargo, no es necesario que el cambio que queremos generar se haga por medio de una intervención extrema. Esa estrategia le funciona a un grupo muy reducido de personas.
Una estrategia más sensata consiste en empezar a generar cambios pequeños por un periodo prolongado de tiempo para alimentar constantemente la motivación intrínseca.
El proponente de los pequeños cambios de hábitos se llama B.J Fogg, psicólogo de la Universidad de Standford. Por medio de su estudio ha demostrado cómo por medio de su estrategia, se pueden producir grandes cambios a largo plazo. Un ejemplo de las intervenciones de las que habla tiene que ver con el hábito de comer comida chatarra mientras se ve la televisión. Para cambiar este hábito sugiere, cambiar el lugar donde se almacena la comida chatarra en la cocina. Ponerla en un lugar que genera mayor esfuerzo para sacarla al momento de querer comerla. En su lugar, se debe tener un tazón de pasabocas saludables al alcance de la mano. Como lo ilustra la situación anterior, la nueva acción que se está realizando para adquirir un mejor hábito no debe representar un mayor esfuerzo para que de esta manera la mente no trate de evadirla.
Seamos estratégicos. Recuperemos nuestra mente.
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