En un mundo donde tenemos acceso irrestricto a cualquier tipo de ideas, debemos ser recelosos acerca de aquellas que convertimos en el objeto de nuestra atención.
Nuestra atención es nuestro bien más preciado ya que se encarga de dividir nuestro mundo entre lo que es relevante y lo que no lo es. Si entrenamos nuestra mente para que se enfoque en las cosas que fortalecen e informan nuestro propósito de vida, será nuestra mejor aliada. Si dejamos que vague automáticamente al ritmo de rutinas irreflexivas, robará nuestro tiempo, secuestrará nuestro crecimiento y disminuirá nuestro bienestar.
Es conveniente prestar atención a nuestros hábitos para saber a ciencia cierta cuáles promueven el desarrollo de nuestro potencial. Muchas veces decimos que no tenemos el tiempo para darle marcha a la materialización de un deseo honorable, sin embargo, cuando revisamos la manera en que lo usamos, nos damos cuenta de que nos estamos mintiendo la mayoría de las veces.
Unamos nuestros objetivos a nuestra atención, a nuestro propósito y a nuestro tiempo. Una vez allí, actuemos.
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