El autocontrol puede llegar a ser percibido como algo extremadamente complicado. Sin embargo, una vez entendemos que cuando cedemos a nuestras indulgencias, el resultado final no es tan agradable como habíamos pensado. Por el contrario, muchas veces el cargo de conciencia es tal que el placer que añorábamos se convierte en espina.
Cuando entendemos que resistir a la tentación es más sencillo que ser seducido por sus falsas promesas, el autocontrol se convierte en un verdadero placer.
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