En cierta medida, en nosotros reside una inteligencia que nos informa acerca de la consecuencia de nuestras acciones. Algunas veces decidimos ignorarla y , luego de un acto irreflexivo, nos preguntamos con perplejidad genuina, ¿Cómo pude haber sido tan idiota?
El punto aquí es el reconocimiento de la existencia de esta sabiduría interior para poder ejercitarla para ponerla a buen uso. Hay innegables embates emocionales y químicos que pueden nublar nuestra razón y de ahí que debamos estar preparados para identificarlos, resistirlos y salir avantes por medio de la reflexión accionada.
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