Algunas veces podemos sucumbir a la avalancha de alguna emoción y estallamos de las maneras más desequilibradas que nos podamos imaginar. Una vez pasado el arrebato, nos sentimos avergonzados o apenados con justa razón.
La próxima vez que nos sorprendamos teniendo una rabieta, quejándonos lastimeramente o llorando atormentados por el remordimiento, nos haría bien preguntarnos:
- ¿Esto realmente me esta haciendo sentir mejor?
- ¿Me está aliviando los síntomas este comportamiento vergonzante?
- ¿Cuál podría ser la acción sensata en este caso?
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