"Cuando se trata de dinero, donde sentimos un interés genuino, tenemos mil maneras de probar su autenticidad para no ser timados. Sin embargo, cuando se trata de nuestra propia percepción, somos más laxos y aceptamos cualquier apariencia sin tener en cuenta lo que nos puede costar." Epicteto, Discursos, 1.20,8;11
Con la anterior metáfora, Epicteto ilustra lo selectivos que podemos ser al momento de evaluar algo que consideramos valioso. Usualmente, prestamos suma atención a lo que tiene un valor material tangible porque consideramos que un error de juicio en este caso nos saldría caro. Consideramos que no nos podemos dar el gusto de afectar nuestra estabilidad económica a causa de nuestra laxitud mental.
En cuanto a otras situaciones cuyo valor es intangible somos menos aplicados al momento de aplicar nuestro escrutinio. Las opiniones que van y vienen en los temas más variopintos, las dejamos pasar sin mayor control porque no entendemos de manera clara sus implicaciones. Allí yace la raíz de muchos de nuestros problemas, ya que justamente de la calidad de los pensamientos que entretenemos en nuestro interior depende nuestra calidad de vida.
Epicteto nos sugiere que evaluemos todas las apariencias de la misma manera que evaluaríamos la veracidad de un billete. Debemos, por medio de la razón, discernir si tras el empaque brillante de cualquier idea se esconde el germen del engaño que nos llevaría a apartarnos de nuestro camino.
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