Es complicado no sentir frustración cuando sabemos que nuestros impuestos van a los bolsillos de una manga de ladrones de cuello blanco. Si el dinero que aportamos fuera utilizado de manera ética y eficaz, los problemas sociales que enfrentamos no tendrían las dimensiones que tienen. Ahora bien,es necesario considerar también las cosas que sí funcionan en el sistema mientras combatimos sus males.
Si lo más irritante es la deshonestidad de muchos, mal haríamos al buscar trampas para evadir nuestras responsabilidades. Todo esto aplica no sólo a los impuestos reales que nos corresponden como ciudadanos, sino también al precio que debemos pagar al asumir las responsabilidades de nuestras decisiones y nuestros actos.
Nuestro éxito, entendido como la consecución de nuestros objetivos, se da por medio del esfuerzo y la disciplina. Nuestro estado físico depende de nuestra disciplina alimenticia y el ejercicio. Para gozar los frutos de nuestro trabajo, debemos pagar un precio. Para gozar de las bondades de nuestra sociedad, debemos también cumplir con nuestros deberes ciudadanos.
Seamos sociedad.
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