Muchas personas aconsejan que debemos confiar en nuestro instinto ciegamente, que debemos seguir la guía de nuestros impulsos sin reparos, sin embargo, un pequeño repaso a nuestros errores de adolescencia nos sirve para recordar como estas sugerencias que fingen profundidad no son la mejor estrategia de acción.
Hay ocasiones en las que actuar de manera automática es la única opción porque no nos hemos tomado el tiempo para cambiar nuestras respuestas reflejas. Un ejemplo de esto es el área de la defensa personal. Podemos fantasear mil veces la manera como vamos a reaccionar ante el ataque de cualquier malhechor, pero a la hora de la verdad, el instinto básico es el que va a tomar el asiento del conductor. Justo aquí es donde las artes marciales cobran importancia ya que nos permiten poner en sintonía nuestra mente y nuestro cuerpo. Nos dan la humildad necesaria para saber de lo que somos capaces de hacer y de que manera la ansiedad y el miedo se pueden apoderar de nuestra mente. Nos dan la disciplina física y mental necesaria para afrontar con gallardía los retos que nos pone la vida. Las artes marciales combinadas con la filosofía es una combinación que nos dota con herramientas eficaces para recorrer nuestra existencia.
La intuición es una buena consejera en la medida que la alimentemos con trabajo duro y una buena dosis de sabiduría perenne.
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