Llega el momento en que somos tentados por el oropel disfrazado de fortuna. Cualquier situación se puede convertir en un dilema cuando empezamos a considerar más una cuenta bancaria más robusta que una vida más virtuosa. No es difícil caer bajo el embrujo del materialismo vacío ya que todos los días somos bombardeados por mensajes que predican el ascenso en estatus por medio del consumismo.
En este sentido hay un estudio muy interesante patrocinado por la Reserva Federal en la que se buscaba encontrar que es lo que realmente motiva a los seres humanos. Los investigadores se llevaron una sorpresa cuando descubrieron que lo que realmente mueve a las personas, cuando la tarea exige una carga cognitiva más alta, no es el dinero; es el sentido de propósito, la posibilidad de mejorar la competencia en la habilidad que se está llevando a cabo y la autonomía.
Lo que esto quiere decir no es que el dinero es algo perverso per se, por el contrario, con unas bases morales sólidas se puede convertir en un gran aliado. Lo que se debe hacer es justamente trabajar para fortalecer nuestras bases éticas y enfocarnos en el propósito de nuestras labores. En esta medida, me ha enseñado la experiencia, el resto llega por añadidura.
Trabajemos desde corazón del alma.
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