Monday, April 24, 2017

Un uso productivo del menosprecio


Los antiguos estoicos por medio de diferentes prácticas buscaban lograr un estado que llamaban apatheia. La apatheia consiste en una ecuanimidad calmada que se logra por medio de la ausencia de pensamientos irracionales y emociones extremas ante los retos de la vida. 

Una de las prácticas más interesantes se llama Expresiones de Desdén. La práctica consiste en redefinir las cosas por medio del lenguaje o verlas con otros lentes para quitarles el "aura sagrada" que afecta la manera como nos relacionamos con ellas. Por ejemplo,  Marco Aurelio solía decir que el vino era sencillamente un jugo de uvas fermentadas o que un asado era un festín de animales muertos. Epicteto, por su lado, le decía a sus estudiantes cuando citaban a algún sabio, que se lo imaginaran teniendo sexo y sudando, gimiendo, gruñendo, siendo torpe, como todos somos en algún momento. 

La idea del ejercicio es corregir la tendencia que tiene la percepción de inflar determinadas cosas debido a los códigos simbólicos que utilizamos.  Por ejemplo, cuando vemos un uniforme, olvidamos con frecuencia que detrás de el se esconde otro ser humano con su propias vulnerabilidades y virtudes. Olvidamos también que un título universitario no representa nada si quien lo posee no encarga la misión de la institución donde estudió. 

 Otro ejemplo cercano tiene que ver con la belleza física. Podemos recordar sin mayor esfuerzo las veces en que los atributos físicos de una persona nos hace verla como si hubiera sido creada en la cuna misma de las deidades. Cada vez que la traemos a la mente, levita brillante en nuestros pensamientos como una revelación divina. Embriagados por esta impresión, si tenemos la oportunidad de hablar con ella, lo que nos sale de la boca viene adornado de torpeza e indecisión en el mejor de los casos.  

Siguiendo el consejo de los estoicos, podríamos imaginar a esta persona haciendo las cosas más comunes y menos románticas que hacemos los mortales: cortarnos las uñas de los pies, ir al baño, rascarnos la nariz, olernos las axilas, roncar, etc. Una vez entendemos que la "deidad" defeca, nuestra relación con ella puede darse más allá de las apariencias. 

Desnudemos al mundo de su oropel. 

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