Debemos reconocer que somos parte de un sistema dinámico donde la impredictibilidad es una de las variables que dinamiza su movimiento. Sin importar que tanto nos guste creer que podemos controlar todas las variables del juego, una y otra vez nos damos cuenta que las cosas no son tan sencillas como quisiéramos.
Terence McKenna solía decir que nuestro derecho de nacimiento justamente era la incertidumbre, sin embargo, al ser aculturados, perdemos ese tipo de relación con la existencia hasta que algo en nuestro interior nos lleva a dudar de las "certezas" que nos ha inculcado nuestra sociedad.
Si somos sensatos, antes de que querer destruir todo mientras balbuceamos una mediocre utopía popular, debemos entender cómo se han originado las ideas que sostienen nuestra cultura y de qué manera podemos actualizar un orden superior de organización.
Ese proceso de reflexión nos puede llevar a darnos cuenta que el trabajo debe empezar con nosotros mismos. Si bien vivimos en medio de fuerzas sobre las que no tenemos control en su mayoría, si tenemos un locus personal de pensamiento y acción. Justamente esto es lo que debemos cultivar por medio del pensamiento-acción. Este proceso se retroalimenta y se actualiza en la medida que no caigamos en el anquilosamiento de la zona de comodidad que, si prolongamos nuestra estancia allí, entorpece la expresión de nuestra alma.
Recibamos las olas. Despleguemos las alas.
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