Nuestras indagaciones filosóficas nos llevan indefectiblemente a enfrentarnos con aquellas áreas personales que no nos enorgullecen. No es fácil darnos cuenta que nos hemos estado mintiendo en muchos aspectos, que hemos no hemos aprovechado el tiempo, que guardamos rencores, que tenemos miedos profundos, etc.
Es un ejercicio que a menudo nos transporta por altibajos epifánicos que nos revelan verdades desnudas. No siempre las revelaciones son agradables en su origen,sin embargo, después del destello cegador, desconcertante, doloroso a veces, la tranquilidad de una verdad asimilada hace hogar en nosotros.
Con frecuencia el remedio más amargo es el que más nos cura.
Sanémosnos.
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