"Zenón siempre decía que no había nada más vulgar que quererse dar ínfulas, sobre todo con los jóvenes." Diógenes Laercio, Vidas de los Filósofos Eminentes, 7.1.22
Una de las características más odiosas que podríamos adoptar es la arrogancia. Sin importar cuáles áreas estemos desarrollando y el nivel de competencia que hayamos alcanzado en ellos, debemos recordar que el objetivo final es convertirnos en mejores seres humanos, en personas que contribuyen a la prosperidad de sus comunidades, en generadores de las sinergias necesarias para mantener la cohesión y la salud de nuestras sociedades.
Si por cualquier motivo tenemos un brillo particular en algún contexto, lo más aconsejable que podríamos hacer es tenderle la mano a aquellos que hasta ahora se encuentran en las primeras fases de adquisición de determinada habilidad. Si hemos tenido la oportunidad o la inclinación de caminar por sendas intelectuales, esto nos ha de servir para compartir el asombro que produce el estar familiarizado con múltiples matices de la existencia. Menospreciar a alguien por su desconocimiento de esta o aquella rama es una muestra de la debilidad de carácter y un ego burdamente inflado.
Creemos puentes.
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