"La mente racional es más fuerte que la fortuna ya que ella misma guía sus asuntos y es en sí misma, la causa de su felicidad o su miserableza." Séneca, Cartas Morales, 98.2b
El exceso de comodidad puede jugar en contra de nuestro crecimiento si nos acostumbramos a no poder prescindir de él. Nuestra creatividad e imaginación se nutren de los acertijos de la vida misma. Si nos confinamos a una suerte de palacio inmaculado, jamás sabremos de qué estamos hechos y poco a poco el peso de los talentos no usados no nos permitirá respirar con tranquilidad.
La mente de principiante, esa misma con su explícita presencia en la niñez, es la guía que debemos atender para recuperar la lozanía de la atención viva. Las visitas de la melancolía las podemos ver como señales para recordar que esa mirada es nuestro derecho de nacimiento, es nuestro estado natural. La mente de principiante es la que nos permite ser contemporáneos del presente y se alimenta del diálogo de nuestra exploración con el enigma de la vida.
Practiquemos nuestra charla con la vida en medio de cualquier circunstancia. Recordemos que el límite de nuestra imaginación no es lo que define la realidad.
Alimentemos la llama que nos guía.
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