"No lo lamentes y no te agites." Marco Aurelio, Meditaciones, 7.43
Una de las experiencias emocionales más memorables es cuando nos rompen el corazón por primera vez. Nada en la vida nos ha preparado para enfrentarnos con ese profundo abismo donde toda esperanza desaparece y el corazón se convierte en cenizas. Mientras nos encontramos llorando sobre los pedazos de lo que éramos antes de ser expulsados del paraíso del amor, no vemos luz al final del camino y sentimos que el mundo ha terminado para nosotros.
Curiosamente, pasado un tiempo, levantamos cabeza y nos damos cuenta del embrujo en que nos había sumido el desamor. Empezamos a recuperar nuestro espíritu y volvemos al hogar que habíamos descuidado. Este ejemplo aplica a todas las situaciones en que pensamos que todo está perdido.
En estos casos lo estoicos sugieren que deberíamos abandonar la lástima, el remordimiento y la miseria puesto que no tienen el poder de cambiar el pasado. Sugieren que deberíamos seguir caminando puesto que no sabemos que nos guarda el futuro. En muchos casos, una situación que calificamos como desastrosa, en retrospectiva la podemos ver como la variable más importante en un cambio positivo que tuvimos en nuestra vida.
Teniendo en cuenta que no sabemos lo que va a acontecer, sentir un abatimiento irremediable es una muestra de orgullo desmedido puesto que implica que ya conocemos el futuro.
Miremos a los ojos al presente.
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