El ambiente, si bien tiene una influencia en nosotros, no determina lo que podemos hacer, en lo que nos podemos convertir. Debemos tener en tan alta estima nuestros principios que ninguna circunstancia externa pueda representar un peligro para ellos.
Escudarnos en el contexto social para justificar un comportamiento poco digno es de pusilánimes. Debemos contar con la entereza de carácter para mirarnos honestamente en el espejo y ver todas la áreas en las que debemos mejorar, ver de qué manera nos estamos mintiendo y comprometernos a corregir nuestro curso. Por ejemplo, una idea paupérrima que recorre el país es la excusa de que los colombianos somos incumplidos. Muchas personas recitan a esta frase vacía con un sonrisita tonta cada vez que llegan tarde a algún lado, o incumplen con una fecha límite de entrega de algo.
Nosotros tenemos la capacidad de tomar la decisión consciente de acoger una serie de principios que se nos antojan deseables, quizá derivados de la sabiduría destilada de los grandes pensadores de la historia de la humanidad. Una vez asumimos que vivir con principios que fortalezcan el desarrollo de la cohesión social es una buena apuesta, debemos encarnarlos día tras día sin importar las circunstancias que se nos presenten.
Nuestros principios no están a la venta.
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