Todos los días se nos presentan situaciones en las que se pone a prueba nuestro carácter. El decidir como actuar depende de la manera como lo hayamos alimentado. El actuar bien o mal debe ser un producto de la manera como hemos sopesado las circunstancias con los recursos a nuestro alcance.
En esta medida, el actuar bien debe estar motivado por un factor externo, ya que muchas veces nuestros actos van a pasar desapercibidos. Lo correcto de un acto no depende de si tenemos una audiencia que lo califique como tal. Si buscamos refuerzos positivos del exterior, estamos perdiendo independencia de acción debido a que la motivación va a depender de la aprobación de un tercero y no del producto del espíritu de virtud que nos acompaña.
"Haz el bien y cállate", escuché alguna vez a alguien decir hace años. Después de un par de décadas sigue teniendo la misma fuerza y la misma sabiduría. En el día a día tenemos la oportunidad de encarnar nuestras convicciones. La transformación interior de este proceso es su propia recompensa.
Seamos respetables para nosotros mismos.
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