Tomar el estoicismo como modelo de comportamiento no es una tarea sencilla. Los ejercicios que sugiere, apuntan justamente a restarle intensidad a nuestra emocionalidad cegadora cuando reaccionamos ante diferentes eventos y experiencias.
Una de las estrategias consiste en responder con amabilidad a cualquier tipo de acto en nuestra contra que consideremos descortés. Esto implica revisar muy bien el tamaño actual de nuestros egos: entre más grande el ego, más susceptible somos. En nuestra cultura, por ejemplo, es común escuchar: "¡usted nos sabe con quién se está metiendo!", "¡A mi nadie me insulta!", "¿Quiere que le enseñe a respetar?". Todas estas frases reflejan el estado de fragilidad en que se encuentra nuestro carácter.
Marco Aurelio nos invita a que nos demos cuenta de que no hay nada loable en estallidos innecesarios que nos roban nuestra capacidad de reflexión. Las situaciones en que se generan estos estados son oportunidades para poner en práctica la amabilidad.
La fortaleza que se requiere para ella, se da en el ejercicio de observación de nuestros actos mientras los hacemos para así, actualizarlos por medio de la reflexión experienciada que nos informa constantemente.
El sistema nervioso es un buen barómetro que da cuenta de la manera como estamos movilizando nuestras energías. Siempre sentimos si estamos bien.
Seamos presentes. Estemos bien.
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