Diferentes circunstancias pueden afectar nuestro buen juicio al momento de la toma de decisiones. Una de ellas es tomarnos demasiado en serio. Si no nos permitimos tomarnos con cierta ligereza, nuestro ego empieza a crecer hasta cegarnos.
Un comentario desafortunado de alguien hacia nosotros, no es razón suficiente para estúpidos ataques de furia. La batalla más difícil se da justo en esos momentos en los que la mayoría de personas ven justificados sus arrebatos.
Esos momentos los debemos utilizar como entrenamiento para nuestro espíritu. Debemos trabajar para evitar que las situaciones ajenas a nuestro control nos controlen. Debemos ampliar el espacio entre estímulo y respuesta para que siempre esté claro nuestro propósito en la vida. Es el propósito el que debemos tener presente cada vez que nos veamos en una encrucijada.
Caminemos a diario hacia nuestro ideal.
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